Pasamontañas

Páginas de libros intervenidas con tinta negra, dejando entretextos a la vista.
Medidas aproximadas 220x140 cm.
2010




Detalle




Detalle


Sociedad secretaJorge Opazo

No usaremos pistolas, no usaremos bombas,
usaremos la única cosa de la que más tenemos,
nuestras mentes.
Pulp


Cuando supo que yo escribiría este texto, alguien dejó sobre mi mesa dos libros: uno en colores titulado Fantasmas, de Paul Auster; otro en blanco y negro titulado David Lynch por David Lynch. Seguidamente me envió las letras del disco Different Class, de Pulp. Estos textos -me dijo- podrían colaborar en tus pesquisas al interior de El Mundo Paralelo. En efecto, el trabajo que nos proponen Paulina Silva Hauyon y Patricio Gil Flood en Jardín Oculto requiere de ciertas investigaciones públicas y privadas. Los observadores de esta exposición bien podrían convertirse en testigos de acontecimientos visuales subrepticios, como si de pequeños crímenes se tratara. O bien podrían ser sometidos a una especie de interrogación estética de alto contraste. Las luces y sombras, los claros y oscuros de estas obras nos perturban al tiempo que capturan nuestra atención. Si los visitantes de este Mundo Paralelo somos, en primera instancia, testigos de algo oscuro, de un caso difícil; también podemos asumir el papel de modestos detectives. Agucemos la vista entonces, con la falsa modestia del investigador privado, y busquemos pistas con una libretita bajo el brazo.

Uno de los cuadros de la serie Pasamontañas dice textualmente: La frase para todo el mundo: “Hay misterio”. La operación de Gil Flood consiste en tachar con tinta negra la mayor parte del texto de varias páginas de libros, dejando al descubierto ciertas frases y palabras. De esta forma genera un misterio -lo que no se ve pero sigue estando- y produce nuevas cadenas de sentido. Asimismo, es notable el poder del vínculo que se establece entre el título de la obra y la operación gráfica. La apariencia de las páginas, un bloque negro con pequeñas aberturas por donde sobresalen algunas palabras, calza a la perfección con el diseño y el fin de uso del pasamontañas: resguardar el rostro -del frío, de los testigos- y asegurar al mismo tiempo el habla, la respiración y la visibilidad para ese rostro y ese texto. Pero quedémonos un instante con la sonoridad de la palabra: pasamontañas, pasamontañas… una palabra de alcance kilométrico. La repetición y la reinscripción de conceptos parece ser la mecánica de estos pequeños atentados textuales. Pequeños es un decir, porque ¿qué decir de aquellas frases heroicas escritas en los muros de un palacio, sobre un puente gigante o en el cielo? Pues nada, nada que decir. La serie Cada día y cada lugar se defiende sola. Allí están esas viejas fotografías en blanco y negro como mudo testimonio de que alguien estuvo allí, llevando a cabo hazañas monumentales sobre el paisaje.

Volvamos sobre la serie Pasamontañas para ir en busca de una pista sobre el trabajo de Silva Hauyon, cifrada en uno de los bloques de texto que Gil Flood a des-cubierto. Dice así: Una raza particular, grandes formas delicadas destacan blancas las puntas con hocico truncado, brillante. Y la presencia es su carácter color pardo gris. Si seguimos el imaginario del texto descubriremos una ajustada descripción de la obra Imperio, una serie de figuras de porcelana que la artista ha intervenido en forma enérgica. Sus pequeñas criaturas aparecen jerarquizadas en forma piramidal, donde las bases sustentan a los de más arriba. Pero ¿quien está en la punta de la pirámide? Una niña pasea con un animalito de compañía... Estas perversas criaturas, que ya no sirven de recreo ni decoración -las piezas están rotas y vueltas a armar- han visto potenciada su des-gracia y elegancia. Más abajo encontramos el sustrato de aquel Imperio: minuciosas transcripciones manuscritas de una serie de films que, desde ahora, tenemos la misión de ver (o volver a ver): Let the right one in (Tomas Alfredson, 2008), La Profecía (Richard Donner, 1977), The virgin suicides (Sofía Coppola, 1999), Control (Anton Cobijn, 2007), Paranoid Park (Gus Van Sant, 2007) y Suspiria (Darío Argento, 1977).

Decíamos que el gesto de repetición, de reinscripción sobre material existente sería una de las claves del programa de estos artistas. Un buen ejemplo, donde se verifica nuevamente una extraordinaria ligazón entre práctica y teoría, es la serie de dibujos Nothing’s gona change my world, que Patricio Gil Flood a proyectado hacia el futuro. Su proyecto consiste en dibujar esta frase cuantas veces sea necesario, infinitas veces, de aquí en adelante. No es habitual, ni en la vida ni en el arte, encontrarse con un propósito de este tipo, donde cada obra es simultáneamente una copia y un original; y donde el artista parece desafiar al tiempo mismo. Nada va a cambiar mi mundo, pero éste cambiará todas las veces que dibuje su horizonte -parece decirnos Gil Flood con plena autonomía- Otro gran ejemplo es el trabajo de reescritura que ha llevado a cabo Paulina Silva Hauyon sobre el texto Defensa del Ídolo, del poeta chileno de principios del siglo XX, Omar Cáceres. En este caso la reescritura no es manual sino mecánica, pero igualmente obsesiva. El texto íntegro -unas cuarenta páginas- está tipiado con una máquina de escribir sobre una sola hoja de papel. El resultado, una densa trama de texto -ilegible por cierto- donde sabemos que cada signo, cada letra y cada palabra están allí, unas sobre otras, como carbonizadas.

El trabajo de estos artistas requiere, ciertamente, de varias lecturas. Lecturas detenidas, lecturas al pasar, lecturas en silencio y en voz alta. Esto, tal vez, porque en el fondo el arte que nos implica nos suspende, nos refleja y nos nombra al mismo tiempo. Es lo que sucede, de vez en cuando, con las obras que poseen texto y textura en forma de alianza. Esta cualidad nos atrapa y nos exige como observadores, y desde su oscura apariencia las obras nos asaltan con ideas luminosas. Fantasma -un trabajo en conjunto- revela con luz propia un diseño mural evanescente. Por otro lado, los discos de vinilo de la obra Banda sonora, de Patricio Gil Flood, han quedado a medio camino entre el objeto y la pintura. Sin embargo, siempre será posible escucharlos; basta poner en funcionamiento el toca discos que se hace parte de la instalación.

Hacia el final de la muestra, no pude librarme de la sensación de andar de paso por una especie de Petit Hotel; transitando por pasillos escasamente iluminados, presintiendo, cada tanto, que el decorado te mira. Y en el afuera-adentro de esa sensación se desplegaban enormes jardines en miniatura.
La obra Vista Parques de Versalles, de Paulina Silva Hauyon, recibe y despide al visitante con todo el encanto de un vestíbulo. La artista ha reconstruido en un block de papel calado, la visión premoderna de María Antonieta en la película de Sofía Coppola.
¿Que otros misterios se ocultan al interior de este Mundo Paralelo?
¿Una sociedad secreta?
¿La mecha de una revolución?